Cuando uno coge la rutina, las semanas pasan volando, y es
en aquellos momentos en las que se rompe, que se disfruta de lo nuevo y
desconocido. Las semanas son prácticamente iguales, fijando una reunión semanal
de proyecto y el resto de horas en la biblioteca, pero son los pequeños
detalles los que marcan la diferencia.
Este pasado martes, fue el día del Semla, un pastelito
típico que se come en Suecia. Para estar preparados, tras estar trabajando por
la mañana, asisto a un curso de “cocinar” semla. Y si, habéis leído bien las
comillas, porque de cocinar nada. Te dan un bollito y te dicen que le pongas
dentro lo que quieras para que quede bonito. Esto no es cocinar ni es hacer
nada. Yo me esperaba amasar y hornear, pero se ve que este curso es para
dummies. Hubiera quedado mejor con un trozo de tableta de chocolate y comérsela
a bocaos, pero que se le va a hacer, estos suecos son un poco raros.
La semana sigue su curso, hasta llegar al jueves. Como este
fin de semana tendré invitados, habrá que conseguirles donde dormir. Así que
encargo en FR Ryd (una asociación de estudiantes) 3 camas y 1 bicicleta. El problema
es cargarlas hasta la habitación. No está lejos, pero no hay manera de
llevarlas de forma cómoda. Finalmente, y tras varias marcas en los antebrazos,
consigo llegar a mi habitación y dejar las camas. Las preparo mínimamente y veo
que caben a la perfección. Si hubiera venido otro más no sé dónde lo hubiera
metido.
El viernes por la tarde, aprovecho para cocinar y preparar
la comida hecha para estos días. Como pasado mañana es el cumple de Cristina,
con Jenny le hacemos un pastel para celebrarlo. No se le da mal esto de la
cocina. Aprovechamos también y dejo hecha la masa de las croquetas y la
ensalada de pasta para mañana.
El sábado ultimo los detalles de la visita a Linköping y me
preparo para la llegada de mis amigos. Isabel, Guillem y Victor llegan a eso de
la una hambrientos, así que habrá que poner los tapers en platos y comer en la
sala común. Acabada la comida, cogemos las bicis y hacemos una visita por el
centro de la ciudad, pasando por los edificios más importantes. Aprovechando el
maravilloso día de sol, nos tumbamos un rato en la hierba a descansar. Esto no
se puede hacer todos los días en Linköping. De vuelta en casa, freímos las
croquetas mientras “los nenes” vician al Smash Bross. Cenamos pizza en casa de
Cristina y probamos las croquetas, que la verdad no me han quedado nada mal. A partir
de las nueve y media, y todavía cenando, empieza a llegar gente a la pre-party.
Decidimos no salir al centro, porque sino mañana no se levantará nadie para ir
a Estocolmo, y estaremos reventados.
El domingo toca madrugar para coger el coche a las ocho y
media. Mientras acabamos de freír los filetes rebozados para el bocata, Victor
y Guillem acaban en la ducha. Desayunamos, y cogemos el coche rumbo a la
Venecia del norte. Recogemos a Carlos, un amigo de Guillem, antes de llegar, y
aparcamos en Sodermalm. Tras hacernos un pequeño lio con el parquímetro, una
señora nos dice que los domingos es gratuito, así que un gasto que nos
ahorramos. Carlos nos guía por Gamla Stan, llegamos a Central Station y luego
al Ayuntamiento. Las vistas son preciosas, y el día ayuda a ello. Tras comer,
vamos a la isla de los museos, y acabamos nuestra visita en la isla del parque
de reserva natural. Realmente es alucinante que en una ciudad haya una reserva
natural. Volvemos al coche tras ver atardecer, y desde el mirador de Sodermalm
vemos Estocolmo de noche. Volvemos a casa sin pausa pero sin prisa. El Volvo
V40 que hemos alquilado es una maravilla. Con una media de 130 km/h consume tan
solo 5,1l/100km. Además, estos suecos se lo toman con calma, y en todo el
trayecto de ida y vuelta me adelantan 4 coches.
El lunes temprano, Victor y Guillem cogen el tren en
dirección al sur, y me despido de ellos. A Guillem lo veré en una semana. A Victor
supongo que para Semana Santa. Con Isabel, que no se va hasta la tarde, aprovechamos
para hacer una ruta en bici hasta el lago Roxen. Las vistas son preciosas, y
sigue haciendo un sol espléndido. Antes de llegar a Berg, y cuando el hambre
aprieta, nos volvemos a casa para comer. Sobre las dos y media, Isabel coge el
bus que la lleve a Central Station para ir hacia el aeropuerto. Y es justo
cuando se está yendo, que empieza a llover. Parece increíble, sólo cuando está
Isabel hace sol.
Esperemos que a pesar de la lluvia de hoy, el sol se
mantenga unos días más.
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