Después de una maravillosa semana en Laponia toca volver a
la normalidad. Tras descansar lo suficiente el domingo, dejando sonar el reloj
algo más de lo normal, el lunes trascurre con normalidad, poniéndome al día con
el proyecto. Encuentro un problema en el código que me hace tener que
replantear todo el programa. Supongo que tras haber descansado varios días, al
retomar la tarea ves las cosas desde un ángulo diferente.
El lunes y martes transcurren con normalidad, siguiendo con
el básquet y el sueco. Este último, me cuesta un poco cogerle el tranquillo. Haber
estado dos semanas sin esforzarme en hacer algo de sueco supongo que tendrá la
culpa.
El miércoles por la mañana, me levanto y diluvia. Como en mi
habitación tengo una estupenda mesa de estudio y la luz suficiente, me quedaré,
ya que hoy no tengo deporte por la tarde. El tiempo pasa de lluvia a nieve, que
le cuesta algo cuajar por la humedad, pero cuando cuaja una fina capa, a los
pocos minutos se forman unos centímetros rápidamente.
El jueves recibo un mail informándome sobre el concurso de
fotografía de Laponia, con premio para el primer participante de un viaje a
Rusia. El primero lleva 250 votos, y en Facebook tengo añadidas a 909 personas.
Con menos de un tercio podría superarle. Challenge accepted. Tras enviar
centenares de mensajes privados tanto a grupos de whatsapp, Facebook y
directamente a personas una por una, consigo llegar el viernes a la cifra de
262, aunque el primero lleva ya 303. Cierran el concurso antes de tiempo, a las
23.20h, cosa que me indigna, ya que casi lo tenía.
El sábado por la mañana, antes de ir a básquet, envío un
mail pidiendo explicaciones a la agencia de viajes, ya que tras el esfuerzo y
tocarlo con la punta de los dedos, me voy a quedar sin viaje a Rusia. Me envían
un correo ofreciéndome, debido a todo el esfuerzo realizado, un descuento
superior a los 50€ que le tocan al 2º y 3º clasificado. Me ofrecen un descuento
de 200€. Valoro la oferta, y bien pensado, la aprovecharé.
El domingo, tras una mañana de cocina y hablar con el abuelo
Paco por video llamada, toca fútbol. Juego hasta las cinco, hora en que cojo la
bici y me dirijo hacia FR Ryd, una asociación que tiene un taller para arreglar
las bicis. Suerte que he llegado 20 minutos antes, porque solo pueden entrar 3
bicis a la vez, y se forman unas colas enormes. Entro en el primer turno, y me
monto un guardabarros delantero. El trasero no cabe ya que la rueda trasera está
demasiado atrás, y el estado oxidado de la cadena hace prácticamente imposible
abrirla para acortarla. Subo el sillín desatascándolo primero y engrasando para
que no vuelva a pasar, y vuelvo a la cocina de mi pasillo, donde tengo reunión
con mis vecinos. Hay que solucionar el tema de las moscas, y tener la cocina
algo más limpia, así que hacemos turnos para recoger las basuras, porque sino
no las recoge nadie. Empiezo yo, ya que estoy en la primera habitación. Realmente
en la segunda, pero el chico de la primera nunca sale de la habitación, así que
suponemos que no usará la cocina.
Es duro volver a la normalidad, pero se hace más ameno
cuando uno va planeando sus siguientes viajes. Mi próximo destino, Lund a ver a
Guillem, y Goteborg para ver a Alfonso, en Semana Santa.
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