Durante los más de 25 siglos de historia que lleva la
humanidad, la figura del líder, jefe, rey, presidente o gobernante, siempre ha
sido la más importante ya que era en la que un pueblo se debía reflejar, era la
persona en quien confiar y que debía mantener al pueblo unido. A medida que
avanzaban los siglos, se vio que para gobernar y poder tener a un país en paz,
era necesaria la creación de leyes, que establecieran lo que se podía y no se
podía hacer. Una vez establecida la ley, se debería asegurar que se pudiera
mantener y cumplirse, y en caso de no hacerse, penar a quien la hubiera
infringido.
Tenemos entonces, que hay un poder legislativo, el que
realiza las leyes, un poder ejecutivo, el encargado de ejecutarlas, y un poder
judicial, que se encargaba de castigar a quienes las infringían.
El gran problema de las monarquías, solía ser que estos tres
poderes recaían sobre la misma persona, y siendo así, uno podía hacer una ley
que le favoreciera, hacerla a su antojo para poder campar a sus anchas, y de
esta forma, nadie podría castigarle, ya que sería el mismo el que decidiría si
la había incumplido o no. Así que todo solucionado.
Hoy en día, estos poderes están (o deberían estarlo, a pesar
de algunos trapicheos) separados. Parece que son tantos años los que han pasado
desde esas monarquías, que la gente no recuerda lo de hacer leyes acordes a lo
que uno tenga como objetivo, pero luego ya las ejecuta como buenamente puede o quiere.
El tema está, en que si uno está decidiendo unas normas que quiere le
favorezcan o pretendan argumentar una decisión después de haberla tomado, intenta
escribirlas para que den respaldo a la acción llevada a cabo, pero parece ser
que no somos tan hábiles como lo eran los reyes entonces, y a partir de este
momento recurrimos a la libre interpretación y al me lo paso por lo de abajo, a
pesar que ley en mano y siendo objetivos, la acción a llevar a cabo debería
haber sido otra. Pero como se había tomado la decisión antes de haber escrito
la ley… y luego ya ni nos preocupamos en modificar la ley para que sea
coherente.
Y así va esta sociedad. Cuando a uno le enseñan un poco por
debajo de la manta, no llega a ver todo lo que se guarda debajo. La infancia es
un tiempo precioso, en que todo parece de colorines, prados con arco iris, y
color de rosas. Pero poco a poco, a uno le explican que el Ratoncito Pérez no
existe, que es mejor no presentarse al examen porque puede bajar la media del
centro, que los Reyes Magos son los padres, que el proceso de selección es algo
oscuro, que Papá Noel era Papá, pero disfrazado, que el plazo para apuntarse
acabó ayer, a pesar de que dijeran que hoy también se podía… Y cada vez van
saliendo más y más cosas a la luz.
¿Y que se dice desde dentro? Que no estamos tan mal, que la
gente se va blasfemando, que critican porque no les gusta la decisión que se ha
tomado, que cómo iban a hacer ellos eso, etcétera, etcétera, etcétera.
"Quien tenga oídos para oír, que escuche, porque oír no sirve de nada."
"Quien tenga oídos para oír, que escuche, porque oír no sirve de nada."
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