La primavera es aquella época del año en que los árboles
florecen, empiezan a salir las primeras margaritas y los campos se tiñen de
color. Todo esto antes de que caigan, empiece el calor abrasante y el suelo se
vea teñido por los pétalos y colores que traerán los frutos.
Pues bien, lo que esto se produce durante un par de meses en
España, aquí ha sido en una semana. Cuando parecía que empezaba a pintarse las
copas de los árboles de colores, en un par de días ya lo teníamos en el suelo,
y aquí ha acabado. El mismo día que salía hacia Varsovia, el sol abrasaba
(pongamos en contexto abrasaba, no os penséis que es Sevilla, estamos en Suecia
así que tampoco nos pasemos, aquí con 25º ya abrasa…) y se empezaba a notar el
calorcillo. Incluso dentro del autobús, supongo que por aquello del efecto invernadero,
llegué a sudar y todo, cosa que no me había pasado hasta ahora. Visto lo visto,
lo de solo traer pantalones largos fue un craso error, así que ya cuento los
días hasta que llegue mi próxima visita que me traiga unas bermudas de España.
El viaje a Polonia fue una maravilla. Bueno, bonito, barato.
Varsovia es una ciudad que merece la pena. Cuando uno pregunta a qué ciudad ir,
siempre le recomiendan Cracovia. Pues bien, si tenéis un par de días, incluso
con 24 horas os podría sobrar, Varsovia tiene un casco antiguo precioso. Aunque
reconstruido ya que el 94% se destruyó durante la Segunda Guerra Mundial, vale
la pena pasear por sus calles. Además, si da la coincidencia que vais en
domingo de verano, a partir de junio, en el parque de Chopin hacen conciertos
al aire libre en honor a este compositor.
Tras reencontrarme con mis amigos del chiste, sí, este viaje
también lo hago con Luca y Alex, les explico lo poco que he aprendido en el
Free Tour de por la mañana. Aunque no falta una de las claves: el vodka hay que
beberlo siempre acompañado, y rechazarlo es de mala educación. Empezando así uno
no puede decirle que no a los chicos griegos del hostal donde dormí la primera
noche, que me dijeron que tenían un problema que teníamos que solucionar. El problema
era, nada más y nada menos, que una botella de vodka, así que tocó acabársela. Lo
que no sabía, era que guardaban otro problema en el congelador, pero dejamos a
medias el problema, porque al día siguiente me tocaba visitar la ciudad, y
debía estar algo lúcido.
La mañana del sábado, cogimos un bus a las 6am que nos llevó
hasta Cracovia. La ciudad es más grande, y los atractivos de esta están más
repartidos por la ciudad. La pena fue que nos llovió, pero eso no me impidió salir a dar una
vuelta por el barrio judío. Tras llegar a la fábrica de Schindler (y no me
refiero a los ascensores), volví hacia el hostal. En medio del barrio judío, vi
que había una heladería con una cola de unas 40 personas. Cabe comentar que
alrededor de la tienda, casi todo el mundo llevaba un helado en las manos, así
que decidí parar a probarlo. En menos de 10 minutos estaba pidiendo una bola de
avellana y otra de chocolate, que me costaron aproximadamente unos 1.20€.
Llegaría a categorizarlo como uno de los mejores helados que he probado hasta
ahora. También me crucé con un tranvía rojo. ¿Y qué tiene de especial? Tranvía azul
es el de transporte público, pero los rojos suelen ser los que llevan fiesta
dentro, se alquilan para macrofiestas y se va por toda la ciudad. Si veis uno,
no lo dudéis y subiros.
Por la noche, estuvimos buscando un bar donde ver la final
de Champions. Los pocos bares que ponían en el partido estaban abarrotados. Tras
encontrar un hueco para ver la primera parte, fuimos a ver la segunda junto con
Pilar y sus amigas madrileñas (a la tercera va la vencida Pilar). En el minuto
93, el bar parecía una peña madridista. Los gritos eran ensordecedores y me
pareció estar en el centro de Madrid. Tras cenar algo por 2€ el plato y 1€ la
cerveza, fuimos a comprar algo a la tienda de licores. Si alguna vez vais a
Polonia, probar el Soplika de avellana, es un licor parecido al vodka, pero
tiene sabor de Ferrero Rocher, es impresionante. Intentando buscando un pub
decente, o el ambiente era malillo, o la música no estaba sacada ni de Spotify,
así que la mejor opción fue retirarnos a descansar.
El domingo lo dedicamos a la visita de Auschwitz. Intentamos
llegar antes de las 10h, cuando es gratuito, pero tuvimos que acabar pagando
7.5€. Pese a ello, valió la pena porque tuvimos una visita guiada de 3h30 por
el campo de concentración. Respecto a la visita, creo que la historia habla por
si sola, así que solo me gustaría recordar una frase de George Santayana: “Aquel
que no recuerda la historia está condenado a volver a vivirla”. De vuelta en
Cracovia, aprovechamos para comer, y a las 19h cogimos el bus que nos trajo de
vuelta a la capital.
Por la mañana, y aprovechando las horas libres antes de
coger el vuelo, aproveché para irme de “shopping” (con lo que me gusta a mí…). Realmente
necesitaba unos pantalones cortos, así que aproveché la ocasión.
Polonia es un país muy interesante que visitar, porque
además de estar relativamente cerca a pesar de estar en España, es realmente
barato vivir un par de días. Y que deciros del alcohol, nada comparado con el
Systembolaget.
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