El tiempo sigue acompañando esta semana en Linköping, así
que Pressbyran me ayudó a inagurar, desde este mismo lunes, la temporada
heladera. Es cierto que ya tenía helado en el congelador, pero poner los
helados a mitad de precio es otro cantar, y claro, uno no se puede resistir. Como
el martes continuaba, volví a caer en “la trampa”. Que bien sienta el solecito
aunque estemos solo a 11º, a ver si aguanta así durante unas cuantas semanitas.


Una vez dentro, decido pedirme una cerveza con Iñigo, un
chico vasco del Athletic. La primera la pago yo, y la siguiente me invita él. Total,
que cuando me va a cobrar, me pide la chica 200kr (kr, corona, la moneda sueca
de aquí, para haceros a la idea 9kr=1€ aprox):
-Perdone, ¿cuánto vale la cerveza? – le pregunto.
-25kr cada una.
-Pues aquí marca 200kr, no está bien.
-Sí, el resto te lo devuelvo en metálico.
Pues mire usted, no sé cómo le llamaran aquí, pero a esto en
España se le llama blanqueo de dinero, cobrar más de la cuenta y luego devolver
en metálico. Pero parece ser que aquí no hay corrupción, y sólo se llama
devolver en metálico. Cuando la va a pedir Íñigo, sólo le cobran las 50kr que
tocan, y probamos a ver si nos devuelve como si hubiera cobrado de más, pero no
cuela. Hubiera caído una tercera cervecita de gratis. Bueno, es igual, de recuerdo
el vaso.
El sábado toca hacer la colada, y definitivamente ocurre lo
que estaba predestinado a pasar. Tras poner la ropa en la lavadora separada por
colores, para que no se destiña, o eso dicen las madres, y poner la secadora,
voy sacando pieza a pieza y doblándola. Cuando ya sólo me quedan los
calcetines, acaba uno sólo dentro. Pobre, ha perdido a su pareja. Miro por la
lavadora donde debería estar, pero no aparece. La secadora llevaba varios días
con hambre, y parece que aquí también comen calcetines.
Los domingos, normalmente intento ir a jugar a tenis mesa, y
tan alegre salía yo a buscar la bici cuando voila, ha desaparecido. Si llego
tarde a tenis mesa tendré que pagar una multa a la segunda vez, así que corro
hacia el pabellón. Pero algo dentro de mí me dice que tengo que encontrar la
bici. Doy media vuelta y me decido a buscar la bici por todo Ryd, que no es
precisamente pequeño. Tras 5 minutos buscando, la encuentro atada en el
edificio de al lado de mi casa, el problema es que está atada a 3 más, que
supongo también las habrá robado el tío. Pregunto a Borja, el chico que me
vendió la bici, si me podría ayudar a romper el candado, y no pone ningún
problema. Hay que hacerlo a escondidas, porque aunque estemos recuperando mi
bici, parece que estemos robando una, y podrían llamar a seguridad, y sin tique
¿cómo demuestro que la bici es mía? El otro chico podría decir que también es
suya.
-Parece que este chico también se dedica a la compra-venta
de bicis – me comenta Borja.
-Bueno, a la roba-venta, mejor dicho – le corrijo.
Parece que un chico nos ha visto, así que habrá que actuar
rápido. Lo corta con toda la rapidez del mundo, y recupero mi bici, a la que le
habían puesto una cesta para disimular. He perdido un candado, que no era muy
bueno, y he ganado una cesta. No está mal. Como mínimo la he podido recuperar.
-Será mejor que la dejes dentro unos días, porque si el
chico te la ve a lo mejor se pica. – me dice Borja, que sabe cómo va el tema.
-O sea, me roba la bici, y encima se tiene que picar.
-Sí, a lo mejor te revienta una rueda o algo. - Será mejor
hacerle caso, así que la dejaré en casa.

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