La técnica de marketing
de Ryanair se basa en hacer creer a sus clientes que la aerolínea es muy mala,
dejar que las otras compañías la tachen de la peor del mercado y que el cliente
vaya y pruebe por sí mismo. Una vez este haya volado con ellos, al ver que la
cosa no está tan mal como le decían, verá que es una opción factible para
volar, y que es mejor de lo que le habían dicho. Eso me pasó a mí con Bruselas.
Tras las mil veces que me había dicho mi padre que la ciudad no valía nada, mis
expectativas sobre la ciudad eran bastante nulas, pero cuando uno se adentra
por las calles del centro, encuentra pequeños tesoros que vale la pena conocer.
El lunes dedico el día
para visitar la capital. Por la mañana doy un paseo por la Zona Europea, donde
las grandes sedes de Comités y Parlamentos están situadas. Tiene narices que
una trabajadora de la Comisión de Economía, aunque sea de seguridad y no
trabaje normalmente de cara al público, no entienda apenas el inglés. Es algo
vergonzoso saber que en el Parlamento Europeo, empezando por nuestros políticos,
algunos no se pueden comunicar sin intérpretes aunque sea coloquialmente. El Free Tour de Bruselas
es algo que recomiendo, ya que además de ser en Castellano, para aquellos que
también flojeéis en inglés, el chico pone bastante dinamismo. Nos comenta que
la diferencia entre el gofre de Lieja y el de Bruselas es que la masa de Lieja
lleva todos los ingredientes incluidos y el de Bruselas todos excepto el azúcar
que se le añade luego. El famoso que todos tenemos en el súper es el de Lieja.
El martes aprovecho para
ir a Amberes, la única ciudad flamenca que me faltaba ya que durante el
Interrail ya estuve en Brujas y Gante. La ciudad es más grande que las dos
anteriores y no es tan acogedora, pero la plaza central tiene un encanto que no
tienen las otras dos. El ayuntamiento la preside con banderas de todas las
nacionalidades de la UE y aquellas a las que están hermanadas, en un mosaico
que queda precioso. En esta misma ciudad, me encuentro en dos ocasiones con un
trío de cuerda (2 violines y un chelo) que me había encontrado en Bruselas a mi
llegada. Realmente es impresionante lo bien que tocan y ver como disfrutan. Tras
bajar por las escaleras mecánicas de madera que se conservan desde la Primera
Guerra Mundial y llegar al otro lado del río, me siento a descansar, ya que
llevo unos cuantos días pateando ciudades. La silueta de la ciudad frente a mí
mientras descanso en el pequeño parque a la otra orilla del río.
Mi último día por el extranjero
lo aprovecho para ver los grandes monumentos de la capital belga. Pasando por
el Parlamento Europeo y subiendo al Atomium donde hay una cola de media hora
para comprar las entradas. Las vistas son espectaculares pero dudo si realmente
vale la pena pagar los 8€ de la entrada.
Pero como todo inicio
cierto, hay final cierto. Cargo con las maletas y hacia el aeropuerto de
vuelta. En las pantallas veo un par de vuelos a Gotemburgo y Estocolmo, y uno
se replantea que vuelo coger. Pero ya toca volver a ver a la familia y amigos
que, si tengo suerte, alguno me echará de menos.
Ha sido un gran erasmus,
con nuevas experiencias, nueva gente alrededor del mundo a quien visitar y
nuevas oportunidades que quien sabe si uno volverá a aprovechar.
Erasmus, live it or not.
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